“Séraphine Louis, algunas veces citada como Séraphine de Senlis,
nació en 1864 en Assy (Oise). Jamás estudió pintura, ni durante los
tiempos de su niñez, cuando fue pastora, ni posteriormente, cuando
trabajaba como sirvienta.[1]
¿Cuándo empezó a plasmar con formas y colores sus sueños y sus impulsos? ¿Por qué lo haría? Sabemos muy poco del drama íntimo de su pequeño ser. Y quizás todavía sabríamos menos de su arte si el azar no la hubiera reunido con aquél hombre que, impresionado por las imaginaciones de Rousseau, seguía la huella de los modernos primitivos.
El ignorante mundo la tomó por la
humilde sirvienta de Senlis. Pero ella había sido llamada para ver,
para mirar, a través de los bastidores perecederos de lo temporal, y
para anunciar la eternidad. (…)”
En el año 1912 Wilhem Uhde [2] se trasladó a Senlis para descansar en la paz de esa vieja y pequeña ciudad de la Ile de France, cercana a Paris y, al mismo tiempo, alejada del Barullo. Cada mañana acudía una mujer para limpiarle la vivienda. Uhde apenas se fijó en ella. Un buen día vió en una casa de Senlis un bodegón de manzanas que le llamó la atención. Preguntó el nombre del pintor. << ¡Es su asistenta Séraphine!>> Hasta ahí le había guiado el destino a ciegas. Ahora podía cuidarse Uhde de que los estáticos ramos de flores crecieran hasta convertirse en poderosos árboles de fantasía. (…)
Uhde señala que Séraphine guardaba rigurosamente el secreto de su pintura. Nadie podía mirar cuando ella pintaba, cuando mezclaba los colores y preparaba el lienzo para que todo se efectuara con perfección artesana.[3] Vivía con un recogimiento monacal en su pequeña habitación, sobre cuya chimenea siempre ardía una eterna luz a la Virgen.[4]
Pequeña, ajada, con mirada ardiente y oscura sobre su pálido rostro, pintaba en una especie de trance, como jardinero místico, los flamantes ramilletes tras los cuales se oculta la tentación de todo lo sagrado. Plantas carnales con frutos rodeados de pestañas, ornamentos foliáceos hechos de suntuosas plumas delicadamente coloreadas, en cuyo resplandeciente nervio se abren ojos. Extraña malla de susurrantes y concupiscentes ramajes con sartas de perlas compuestas por bayas del arbusto de la ternura, y umbelas estrelladas del jardín de los placeres. (…)
(…) Todas las
luces y las brasas de sus sueños se apagaron un día. Entonces vagó de
casa en casa y predicó el fin del mundo. Su espíritu había quedado
vacío y desequilibrado. En 1934 murió en el asilo de ancianos de
Clermont.[5]
Para Séraphine el arte
fue como una revelación. Para ella la pintura –igual que para Van
Gogh- era un acto afectivo. Era como si se redimiera mediante el acto
de la creación. Con los ojos inmensamente abiertos caminaba a ciegas
por la uniforme monotonía de su insignificante vida."
[1]-Séraphine Louis nació en Arsy (Oise) el 3 de septiembre de 1864. Su padre era obrero-según la partida de nacimiento- y su madre procedía de una familia de campesinos. Cuando Séraphine tenía a penas un año murió su madre. Su padre, que había vuelto a casarse, murió seis años después. Huérfana, vivía con su hermana mayor. Empezó a trabajar como pastora, y a partir de 1881 trabajó como asistenta en el convento de las Hermanas de la Providencia, en Clermont (Oise). En 1901 comenzó a trabajar como criada en diferentes casas de Senlis.
[2]-Willhem Uhde:
Coleccionista, marchante, galerista y crítico de Arte, el nombre de
Wilhelm Uhde se asocia con la vanguardia artística parisina de
principios del siglo XX. En 1908 se casó con la pintora Sonia Delaunay.
Tras dedicarse a comprar y exponer la obra de impresionistas y
cubistas, comenzó a consagrar gran parte de su energía y de su fortuna a
los pintores “naïfs” o ingenuos, a los que prefería llamar “primitivos
modernos” y a los que también llamó “pintores del Sagrado Corazón” en
la primera exposición que les dedicó en París, en 1929 , con obras de
Henri Rousseau, Séraphine de Senlis, Camille Bombois, Louis Vivin,
André Bauchant...
[3]-Su
técnica, completamente particular, consistía en el uso de la pintura
Ripolin –la más común del mercado-, mezclada con la cera de velas que
cogía en la iglesia, tierra extraída del cementerio y otros campos, de
su propia sangre, que extraía de sus heridas y daba vida a sus cuadros…
[4]-Séraphine comenzó a
pintar, según decía, por indicación de los ángeles y la Virgen. Cuando
salía del aislamiento de su habitación iba a hablar y abrazar a los
árboles y las flores.
El texto es un resumen extraído de:
BIHALJI-MERIN, Oto: El Arte Naïf, ed. Labor, Barcelona, 1978. ISBN: 84-335-7558-9; pp. 45-46
Las notas al pie son de Mercedes García Bravo.
Fuente: Mujeres en el Arte
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